21 de noviembre de 2008

Pintándome a carboncillo el iris.


A veces me gustaría pintar con carboncillo el iris de mis ojos para no ver la vida tan clara como la veo. Difuminarlo todo a golpe de pincelada para no poder reconocer las cosas que me son tan obvias y que me duelen por dentro.

¿Os imagináis a alguien con los ojos pintados a carboncillo? Sería como mirar a un canal de televisión codificado, sin saber qué película están poniendo en ese momento, sin saber qué pensamiento recorre, en forma de zig-zag, los pliegues de su cabeza... Sería estupendo.

A veces me gustaría ser menos transparente y que me codifiquen la mirada. Que me pongan contraseña por dentro para poder entrar, que me encripten los puertos para que nadie se cuele con tanta facilidada a robarme sentimientos, que me inserten una caja fuerte blindada en la mitad del estómago para guardar todo aquello que no quiero que se sepa y que se escapa, irremediablemente, por las tonalidades verdes de mis ojos.

¿Alguien tiene un lápiz para prestarme?

16 de noviembre de 2008

Autovías que pinchan.


Ayer dos párrafos de películas se insertaron bajo mi epidermis:

"Existimos porque alguien piensa en nosotros y no al revés" - Princesas -

"Narra la leyenda que había un pájaro sin patas que no podía dejar de volar y que cuando un día se cansó se durmió en el viento... Cuentan que ese pájaro sólo se posó una vez en tierra, justo el día en que murió". - Days of being wild -

También ayer una llamada impulsiva se me clavó en la boca del estómago.

-Oye, ¿vas conduciendo?
-No, va conduciendo un amigo...

Y no necesitaba la información de quien iba a su lado por la autovía camino de Dios sabe dónde. No la necesité pero me la dió. Y me los imaginé compartiendo confidencias en un coche mientras un chispazo eléctrico recorría las circunvoluciones de mi cerebro cual maratón de rinocerontes. Y fue ahí cuando sentí como si un cubo de agua fría me helara las ganas de volver a saber de él. Sí..., me arrepentí de haber echado de menos los buenos momentos que pasamos juntos. Me arrepentí de haber necesitado oír una voz que me conociera 100% para mostrarme tal cual. Me arrepentí de haber marcado su número de teléfono.

Y llegué a la conclusión que a veces es mejor meterse el dedo en el culo porque, de seguro, se lo pasa uno mejor.



8 de noviembre de 2008

Desde el hígado pa fuera.


Muévete por la hebilla que aprisiona mis pensamientos y enciérralos en aquel desván polvoriento de las malas ideas que está en el primer piso. Cúbrelos con un plástico y córrete encima de ellos. Entonces míralos de cerca, que no te dé asco porque no te los tienes que comer, sólo observa todo lo que te he ofrecido y lo poco que has dado tú. Sólo eso.

¿Los oyes gritar?, te llaman cobarde. Cobarde de mierda. ¿Te lo deletreo?

Sólo espero que los tuyos, tus pensamientos, algún día te digan lo que yo nunca te quise llegar a decir por no ser demasiado cruel. Y, de igual manera, espero que ese día estés bien atento, tanto como lo estuviste para recibir lo mejor de mí. Al fin y al cabo..., lo poco que dejaste que te diera de mí.


1 de noviembre de 2008

No es Haloween.


Y soplas para que la lucecita con nombre propio se apague pero resulta ser como las velas esas trucadas que se ponen en las tartas de cumpleaños, descubres que no termina de hacerlo del todo aunque te dejes los pulmones en el intento. Se resiste.

Y te da miedo humedecerte los dedos y apagar la mecha por si te quemas, por si la pierdes del todo, por si desaparece realmente. Pero sabes que tienes que hacerlo. Es una causa perdida. Lo sabes.

Y, mientras, la vida mueve ficha y tú..., tú pa la casilla de salida con una vela derretida en la mano. Parezco un fantasma y no es Haloween... Es mi vida.