18 de enero de 2014

Casi nada.


Sólo quisiera recostarme en el regazo de alguien, apoyar mi cabeza en la hierba de unos muslos y escuchar la voz del viento susurrarme al oído que todo va a salir bien. Que el sol me acaricie la cara y que sus rayos juguetones se metan por mi nariz para llegar dentro, muy dentro, hasta que iluminen esa oscuridad paralizante que se extiende tan rápido como una especie de escape de petróleo en el mar. Yo veo que avanza, veo que llega, pero no encuentro regazo alguno en el que pararme un minuto para poder tomar perspectiva.

Sólo quisiera cerrar los ojos apoyado en un regazo y sentir como las hormigas de la hierba de unos muslos escalan por mi cabeza en fila india, y que mis ideas, mis pensamientos, mis decisiones se ordenaran y se alinearan también como hormigas de tal manera que, al llegar arriba, ya no tuviera dudas, ni miedos, ni incertidumbres, sólo un hormiguero lleno de certezas a las que poder atenerme.

Pero no hay regazo. Tampoco certezas. Solo una masa incómoda e informe parecida a la nada de "La Historia Interminable" que tapa el sol de tal manera que puedo abrir los ojos de par en par y, sorprendentemente, seguir sin ver nada de nada.

16 de enero de 2014

Segundos que caen como gotas de suero.



-Tú tranquila, que a partir de ahora estaré totalmente pegada a tu culo -le dice una ayudante de enfermería a otra mientras observo sentado en el sillón como si estuviera viendo una película de Almodóvar.

-Hija, ni que fueras mi compresa -contesta la otra mientras me mira y se ríe.

Y la verdad que ganas de reir no tengo, sino todo lo contrario, así que intento esbozar una medio sonrisa educada y falsa que se tuerce tanto como la vida puede hacerlo en el momento que menos te lo esperas.

A veces recibes llamadas de teléfono con tan malas noticias que lo único que te preguntas cuando cuelgas y escuchas el silencio al otro lado del teléfono es "¿Qué coño hemos venido a hacer aquí?", y no encuentras respuesta, por mucho que pienses, por mucho que te quedes de pie con el teléfono en la mano, convertiéndote por momentos en estátua de sal.

Seguro que en alguna parte de este hospital hay niños naciendo. Seguro que nadie les dirá nunca que este mundo es algo muy parecido a una mierda de dimensiones descomunales. Seguro que lo único a lo que se dignarán es a darles una palmada en el culo para que se echen a llorar... Digamos que ese podría ser el primer palo de sus vidas..., uno de tantos, claro. De lo demás ni mú. Quizá me podría ofrecer (como la gente que se ofrece para cuidar a ancianos) a decir verdades a los recién nacidos al oído. Les sería de bastante utilidad, ¿no?

-¿No me puedo poner bragas? -dice mi madre con un hilillo de voz.
-¿Bragas? ¡Aquí no se ponen bragas!, ¿y si hay algún médico que le gusta, qué?

Bromas soeces que en otro momento me podrían hacer gracia, pero que ahora mismo ni pizca, aunque también es verdad que las bromas de la vida me hacen menos gracia aún. Y es que yo creo que la vida debe ser inglesa, porque no entiendo su humor, ni siquiera con subtítulos... Si alguien los encuentra, por favor, que los tire a la basura, porque creo que no me apetece saber demasiado lo que dice. Me conformo con escuchar a las dos ayudantes de enfermería en su pequeña sitcom diaria. Es mucho más divertido.

5 de enero de 2014

Los engranajes del silencio.


¿Con qué animal te sientes representado?, yo con el silencio...., el máximo depredador que existe. Te atenaza por la espalda, te invade por dentro agarrándose fuerte, se adhiere a las paredes de tu traquea y no te deja hablar, se cuelga de tus genitales haciéndote cosquillas en el perineo mientras notas como, poco a poco, se te va metiendo por el culo y, al final, invade todo tu interior en una especie de caminata espectral.

El silencio se acerca a un grupo grande como un león a una manada de gacelas, casi imperceptible, mayormente etéreo... Notas como la gente habla, parlotea, charla, dice incongruencias, pero tú, sin embargo, sólo escuchas silencio, como si las palabras se suicidaran cuando llegan a la punta de la lengua. Palabras sin significado se tiran al vacío porque de eso mismo están rellenas..., de vacío. Y caen. Y se estrellan. Y tú las miras sin poder hacer nada tomándote un cubata de silencio que sabes que te va a sentar fatal, pero ahí estás, tragándotelo.

Llegas a casa y te masturbas. Notas como el silencio abre la boca y te la mama lentamente pasando su lengua por tu prepucio mientras te agarras a la cama para no salir volando y, al final, cuando no puedes más te corres, y de la punta de tu polla sale silencio..., un silencio espeso que se dispara y se dispersa por todo el aire de tu alrededor y que, paradójicamente, acabas respirando de nuevo... Inevitablemente acaba dentro de ti... Inevitablemente acabas, una vez más, engullendo otro bucle más de la vida.