20 de febrero de 2017

La envidia lleva chandal.



Estoy en shock. Hace un rato he hablado con un buen amigo mío (prácticamente es como si fuera mi primo) y me ha comentado, entro otras cosas, que está conociendo a un chico. Recuerdo que hace unos meses estaba conociendo a otro, el año pasado a no sé quién, y así sucesivamente. Todos son estupendos, maravillosos, las mejores personas que ha conocido hasta que, una vez separados por una grieta abismal llamada fracaso, se convierten en lo peor del universo.

Adoro a mi amigo y no quiero que esto suene snob por mi parte, pero es que es la realidad. Mi amigo es un chico de pueblo, sin estudios, que no ha leído un puto libro en su vida, que trabaja en lo que puede (como un cabrón), que fuma porros, viste chandal y que se ha tatuado la cabeza para simular que tiene pelo (a esto hay que sumar los tatuajes de dudoso gusto que tiene por todo el cuerpo). Básicamente no tenemos nada en común, pero le quiero mucho. Me ha llamado para decirme que ha dejado el trabajo y que ha conocido a un chico que es escritor. "¿Escritor?", le he dicho sin salir de mi asombro. Pues sí, escritor y con libro publicado. Me ha dicho su nombre y, una vez terminada la conversación, he ido corriendo al instagram a buscarle. Allí estaba él: un chico guapete, moderno, con amigos modernos, fotos y poses modernas, un libro de micro poemas de lo más moderno, con una portada super moderna, y yo, con los ojos abiertos sigo sin poder salir de mi asombro... No infravaloro a mi amigo (aunque quizá incoscientemente lo esté haciendo), pero parecen de mundos tan diferentes que no sé de qué pueden hablar cuando estén juntos... No lo infravaloro, pero, por un momento, una envidia suprema me ha recorrido como un relámpago desde la punta del pelo hasta la de los pies. Envidia porque el chico este tiene un libro publicado (y yo en pleno proceso de acabar uno, todo sea dicho) y porque yo nunca conozco personas de ese tipo... Hace siglos que no conozco a nadie interesante con cosas que decir y que, encima, sea creativo. También es verdad que no muevo mucho el culo para encontrarlo, pero, joder...

Doble envidia dentro de mí. Doble inyección venenosa que se mezcla con el líquido viscoso de la culpa de sentir esa especie de envidia. Y a ver ahora si encuentro el antídoto en el cajón de las medicinas o, quizá, en el refugio de las palabras. He venido aquí corriendo a vomitarlas en plan pataleta. Y no pienso repasar lo que acabo de escribir. Vomitado, dicho, sentido y ahora lo que quiero es exorcizar esa sensación que no me gusta.

Por cierto, se me hace rarísimo no escribir sobre sexo... Debe ser porque no follo desde Diciembre. Increíble.