18 de mayo de 2013

Vayamos por partes...


¿Sabéis lo que es la perfección? La perfección son los pies del único chico que va a mi clase de pilates. Y no, no os confundáis, aún no he llegado al punto de ver qué horarios tiene para coincidir con él a propósito. Esas cosa se las dejo a la casualidad y a que soy algo fetichista, no un acosador.

Los espejos de la clase me ayudan a disimular mientras le miro de reojo cuando se estira e, instantáneamente, imagino que roza con el pie en alguna zona de mi cuerpo. A veces pasa, sobre todo cuando hay mucha gente y poco espacio..., aunque de normal sólo me topo con piernas flácidas de marujas de pelo cardado, nunca con él.

Quizá el profesor debería añadir algún ejercicio nuevo a la tabla..., algo sencillo, práctico y efectivo, como, por ejemplo, que el chico en cuestión me hiciera una paja con los pies o puede que algún frotamiento rítimico porque, joder, eso tiene que ser bueno para tonificar las piernas y, claro, para mí también.

El resto de él es lo más normal del mundo; moreno, ojos marrones, cara ordinaria, cuerpo estándar, actitud invisible y andar insulso... Si fuera por mi, todo a la basura. Quedaría con las piernas arriba en el contenedor y yo iría y le cortaría los pies a la altura de los tobillos. Me los llevaría a casa y los metería en mis zapatillas de estar por casa para que no tuvieran frío.

Me dedicaría a coleccionar partes sueltas de diferentes sujetos. Tendría, por ejemplo, un torso peludo, torneado y de pezones grandes colgado en la percha de la ropa, una espalda generosa como tabla de planchar, unas piernas con un macetero en cada una de ellas, un culo respingón y más bien grande para poner los cedés, un ombligo bien redondito que sujetara el incienso sin caerse, unas manos fuertes y cuidadas para sujetar la ropa en el tendedero y, para terminar, una polla en la puerta del frigorífico para abrirla todas y cada una de las veces con la boca... Y, bueno, lo del cerebro y la cabeza sería para ponerlos en una urna cerrada con candado y rodeada de velas para poder rezar cada noche agradeciendo ese hallazgo tan inusual.

Ser un Frankenstein de la vida. Un soñador con sierra mecánica.