28 de diciembre de 2013

Un mensaje para ti...


Nunca he hecho un llamamiento desde aquí, pero hoy lo voy a hacer.

Hace poco un chaval se puso en contacto conmigo a través de una de tantas redes sociales y páginas de contactos que existen. Me sorprendió muchísimo que me preguntara si tenía un blog llamado "El suicidio de los momentos" y yo, a su vez, le pregunté, sin salir de mi asombro, que cómo había llegado a esa conclusión. La respuesta fue fácil, en mi perfil de esa página en cuestión hay un texto sacado de una entrada de este blog, así que sólo tuvo que copiarlo, ir al google, pegar, darle a buscar y que saliera, éste, mi rinconcito (espero que no se la haya ocurrido hacerlo a nadie más, sobre todo a aquellos que no han salido muy bien parados). Por un momento me sentí confuso, desnudo, indefenso, confundido pero, sobre todo, sorprendido de que alguien tuviera la curiosidad y se tomara la molestia de buscar y de leer.

Al poco de mensajearnos me di cuenta de que ese chico y yo ya habíamos tenido contacto cibernético mucho tiempo atrás (mi memoria, a veces, da asco de lo buena que es), pero la cosa no fue más allá porque (a saber cual fue la razón) borré mi perfil y perdí contacto con él.

Una casualidad volver a coincidir con él en esto tan grande y tan pequeño llamado internet, ¿verdad? Pues sí, yo pienso que sí. Y una casualidad también que ahora haya sido él quien haya borrado su perfil de golpe y porrazo, sobre todo porque era la única vía de contacto que teníamos.

De normal la gente te invita a una cerveza, a un café, al cine o directamente a echar un polvo..., pero este chico me invitó a un concierto de chelo al que, lamentablemente, no pude ir porque ya tenía otro compromiso. ¿Quién en estos días te invita a una cosa así? Yo creo que nadie, pero él lo hizo y, debo confesar que casi me corro de gusto cuando me lo propuso. Quizá me pareció un poco "demasiado" para una primera cita, pero, sin embargo, habría ido de cabeza a conocer a alguien tan interesante como él.

No sé si leerás esto, no sé si has vuelto a entrar por aquí, no sé por qué has cerrado tu perfil (ni siquiera sé por qué lo hice yo en su momento), pero A., no me gusta que las historias se repitan..., refuerza mi teoría de que todo ésto es un puto bucle (sí, como el kebab dando vueltas), así que, de alguna manera, me encantaría que dieras señales de vida y rompieras ese bucle del que estoy tan harto.

Siento que esta entrada haya sido un tanto "atípica", pero una vez aprendí que las cosas que se quedan dentro tienen fecha de caducidad, fermenta y luego huelen mal, y no..., no me dá la gana de acabar el año así.

25 de diciembre de 2013

Un dürüm de pensamientos, porfavor.



Entro en el Kebab del barrio a comprarme uno mixto sin cebolla ni picante cuando veo sentado al dependiente que hace tanto tiempo que no veía.
-Hombre, ¡cuánto tiempo! -le digo
-Sí, amigo, es que he estado en mi país de vacaciones -me dice sonriendo como de costumbre pero con la misma tristeza oculta en los ojos.
-¡Muy bien!, ahora ya de nuevo por aquí a hacer comer a la gente como antes, ¿no?
-Sí, amigo, tú cebolla sin picante -dice mientras se toca la cabeza con el dedo índice, como recordando.
-¡Eso mismo!

Me siento en la silla y saco el móvil para enfrascarme en él. Es lo que hago cuando no quiero alargar la conversación.

-¿Y tu amigo que tal está? -me pregunta mientras se pone a cortar esa especie de amasijo de carne empalado en una plataforma que da vueltas y vueltas mientras se va calentando.
-¿Mi amigo...? -obviamente se refería a mi ex, que era fan de los kebabs y mierdas varias- Bien, él está bien -le miento porque no tengo ni idea de si está bien o no-..., por ahí -concluyo mientras agacho la cabeza.

Y me doy cuenta que un kebab lleno de mugre no es el lugar más idóneo para que alguien me pregunte y me recuerde mi propia mugre... Y me fijo en lo pegajosas que están las teclas de la máquina registradora, como las yemas de mis dedos si me pongo a contar los fracasos sentimentales en mi vida... Y veo el trozo de mierda de carne que lleva el kebab dando vueltas una y otra vez empalado en aquella máquina, justo como mi vida,  dando vueltas como un bucle. Y llego a la conclusión de que la vida es eso, un puto trozo de carne de kebab dando vueltas mientras se calienta cuando está frío y se enfría cuando está caliente. Y tan sólo por cuatro euros.

15 de diciembre de 2013

La virgen del desasosiego.



Últimamente me duele la cabeza bastante a menudo, sin embargo creo he descubierto la cura perfecta; me hago una paja y se me va absolutamente todo. Debe ser tensión acumulada que se cuela por la uretra y sale disparada, pero ni con Gelocatil ni nada, eh, una buena manola y mano de santo (nunca mejor dicho). Manolatil, que lo llamo yo. Os lo recomiendo.

Últimamente también me recorren hormigas por el cerebro. Noto cómo corretean haciéndome consquillas entre los recuerdos con sus pequeñas patas hitlerianas e, inmediatamente, siento como bajan haciendo un slalom por la espina dorsal hasta tomar la curva de la cresta ilíaca y derrapar en mi ombligo quedando sepultadas por un momento. A partir de ahí ya no sé hacia qué lado van. Se cuelan dentro de mí esparciendo recuerdos allá dónde van mientras dejan ese rastro naftalínico del pasado por todos los rincones de mi cuerpo, porque ellas saben perfectamente que los rincones son más difíciles de barrer que cualquier otra parte. Y lo saben..., vaya si lo saben. Y lo hacen..., vaya si lo hacen.

Últimamente se me va mucho la cabeza. A cualquier otra parte, como dirían Dorian.

8 de diciembre de 2013

Domingueces.




Todo es muy extraño aquí y, encima, echo de menos a mi gato, sobre todo para que pueda mirarme con cara de "¿Pero tú eres gilipollas o qué te pasa?". Lo clava, el muy cabrón.

Ayer quedé con una amiga y un amigo (por separado) y a los dos, por historias que salieron a colación, les dije lo mismo "Creo que me estoy deshumanizando". La una puso cara de interrogación y el otro (que me conoce más) me dijo que no creía que fuese así. Y yo sólo sé que antes lo vivía todo con intensidad, como cuando tienes hambre y te ponen tu comida favorita delante, dándole dentelladas a la vida y a las ilusiones que se iban presentando por el camino. Ahora, sin embargo, las miro con extrañeza, alargo la mano para coger los palillos chinos de la indiferencia y las atrapo levemente para mojarlas en soja y probarlas poniendo una cara rara y frunciendo el morro porque, al fin y al cabo, el sushi nunca me ha terminado de gustar; esas putas piezas insulsas que se hacen una bola en la boca y te cuesta trabajo tragar..., al igual que los fracasos amorosos. Lo mismo.

Ojo, cuando os crujan los huesos no creáis que es por falta de calcio o por la edad, es que nos estamos robotizando poco a poco. Los cartílagos dan paso a los engranajes y las venas a unas finas tuberías dónde corre un líquido semitransparente hacia quien sabe dónde.

Y hoy, antes de venirme, he visto un reportaje de "Groenlandia" en la tele. Por un momento he querido irme a vivir allí, en medio de la nada. He imaginado que tendría a Björk de vecina en la casica de al lado y que saldría a tender las bragas tarareando "All is full of love". Una delicia.

Eso ha sido después de que me diera un arrebato y quitara a un par de contactos del skype y alguno también del móvil y, de esa manera, me he quedado, no en Groenlandia, pero sí más ancho que largo.

30 de noviembre de 2013

¿A qué huelen los modernos?



Yo no sé si quedo con tíos por mi propio beneficio o para contarlo por aquí. No lo tengo claro.

Después de mi escarceo con "la planta de electrodomésticos de El Corte Inglés" decidí darle una vuelta de tuerca al asunto y quedar con alguien que me hiciera reír de verdad, pero, como yo me temía, hacerte reir por whatsapp no es lo mismo que conseguirlo en vivo y en directo.

La verdad que, de primeras, quedar con un moderno de mierda me pareció una idea estupenda. No sé por qué la gente los odia tanto cuando a mí me parece que son de lo más inofensivo. Ellos no tienen la maldad acumulada en la montura de la gafapasta..., lo único que, a veces, les corre poca sangre por el cerebro, pero intuyo que es porque se les queda acumulada en las piernas por la talla mínima de los pantalones pitillo que se embuten. Aunque éste no fue el caso, la verdad.

¿Habéis conocido a alguien que en persona pierde la gracia por completo y te das cuenta de que, en realidad, es una princesita rancia y con moño japonés? Pues éste sí que fue el caso. Y es que hay algo que no soporto..., y es el esnobismo. Yo creo que con la humildad puedes ir a todas partes y siendo clasista sólo se te abrirán las puertas de determinados sitios.

Yo no sé si fue efecto de la cerveza o del sopor, pero cuando empezó a contarme que la colección de moda que estaba haciendo para su proyecto fin de curso estaba basada en "Poeta en Nueva York" de Lorca y que quería hacer un simil entre la decostrucción de la sociedad que narra el autor y la decostrucción del patronaje a través de crear chaquetas que no parecieran chaquetas, pues se me empezó a nublar la vista y comencé a pensar que, afortunadamente, podría morir atragantado gracias a las palomitas con curry que nos habían puesto junto a la cerveza. Pero no..., no fue así.

Debo decir que todo no fue malo ya que poder hablar con alguien que conoce el cine a Xavier Dolan es un placer.  Pero ya era demasiado tarde.

Y llego a la conclusión de que cada cita es un pequeño suicido..., un suicidio de los momentos, como reza este humilde y poco moderno blog.

21 de noviembre de 2013

Aspirando citas.



¿Qué es peor cuando quedas con un tío, que te hable de sus ex o que lo haga sobre aspiradoras? Yo no tengo clara la respuesta, pero ambas ponen los pelos de punta y, por supuesto, he vivido las dos situaciones.

Cuando vuelves a estar en el "mercado" te planteas varias cosas como, por ejemplo, retirarte espiritualmente al monasterio más lejano del archipiélago septentrional, hacerte una operación de extirpación de gónadas para colgarlas en el árbol de navidad, preguntarte qué has hecho mal y por qué el karma actúa tan vilmente contra tu persona o tomarte un tiempo para reequilibrarte y volver a la vida como si nada hubiese pasado. Yo suelo optar por esto último, pero no siempre lo consigo.

El hecho de quedar con alguien y que te hable de que se le ha roto la aspiradora y te enseñe fotos que ha hecho recientemente a unos modelos del corte inglés y que acorte tu cita (la segunda, por cierto) porque ha quedado con un amigo para que le lleve al media markt a comprarse urgentemente un puto aspirador hace, cuanto menos, que te quieras cagar en la raza masculina y luego taparla con arena como si fueras un gato. 

Te despides con un "Ya hablamos", pero en realidad piensas "Aspírate a ti mismo y desaparece de la faz de la tierra". Entonces llegas a casa, miras alrededor y empiezas a tener celos del frigorífico, el secador de pelo y hasta de la tostadora..., todos ellos se convierten en potenciales rivales y notas como se están riendo de ti a kilovatios de potencia. La lavadora abre su enorme boca en forma de ojete dado de sí y te dice "Eso te pasa por estrecho y por no acostarte con él a la primera de cambio". Y tiene razón ya que si vas lento porque vas lento y si vas rápido porque vas rápido. La gente pierde interés rápidamente si no hay carne y tú te das cuenta de que lo que pierdes es el tiempo.

Y por la noche, ya en mi cama, cierro los ojos e imagino al chaval teniendo sexo con su aspirador. Visualizo como mete su peluda polla de raiz por el reluciente tubo y le da al "on" mientras pone los ojos en blanco y yo lo único que quiero poner en blanco es la mente para no pensar en lo nefasto del panorama, entonces alargo la mano, palpo la pared, encuentro el enchufe y me desconecto.......

29 de octubre de 2013

Desapareciendo.


Cuando alguien desaparece de tu vida de la noche a la mañana sientes algo así como cuando te disparan un flash en toda la cara..., al principio te quedas medio ciego y algo mareado, sin embargo, aún sigues viendo el círculo blanco del flash como si estuviera ahí, en la punta de tu nariz. Finalmente todo vuelve a la normalidad, todo desaparece delante de tus ojos desvaneciéndose sin que puedas hacer nada. Y, encima, en la foto sales con cara de gilipollas supremo. Como cuando te roban año y medio de tu vida, vas a objetos perdidos a ver si lo han encontrado y se ríen en tu puta jeta.

Cuando alguien desaparece de tu vida sin volver a dar señales de vida hasta el día de hoy, te sientes como la huella de un pie en la arena de la playa mientras esperas que venga una ola y te borre del todo. Miras con un dedo a la izquiera y con el otro a la derecha, pero sabes que, al final, la ola te va a arrastrar hacia quién sabe dónde. Y tú simplemente te dejas llevar. Con el tiempo aprendes que no hay nada como el oceáno mar de la incertidumbre.

Cuando alguien se convierte en humo tan fácilmente te preguntas de qué ha servido todo el esfuerzo invertido, si no habría sido mejor apagarte la colilla en la piel desde un primer momento. Total, sabes perfectamente que al final todo cicatriza y que existen unos maquillajes llamados autoengaño que hacen maravillas. Te los pones, te miras en el espejo y pones la misma cara de palurdo mientras esperas que el puto flash aparezca de nuevo.

27 de octubre de 2013

Salpicando recuerdos en tu cara.



Que un ex te diga (después de estar casi dos años sin verte) que no recuerda si conociste a su perro o si fuiste con él a la casa de la playa hace que, por un lado, te joda por dentro y que, mayormente, sientas una profunda pena por el efecto que los porros (que ahora consume de manera más habitual que antes) le están haciendo a la cabeza. La gente no sé da cuenta que, con el paso del tiempo, lo único que perdura y permanece son los recuerdos y que si te empeñas en cargártelos te vas quedando vacío por dentro, como un caparazón sin tortuga. Hay gente que, voluntariamente, los manda a la papelera de reciclaje y otra que, como en este caso, los destruye a base de consumir mierda de manera habitual... Para mí es lo mismo. Si te cargas tu pasado tachas, también, una parte de ti y te conviertes en una quiniela con patas. Al final pierdes el partido porque dejas de saber quien has sido y, por asociación (y lo que es más importante), quien eres.

Y entonces le pones a cuatro patas para buscar dónde se esconden sus recuerdos, pero, precisamenten, ahí no están. Le abres la boca y escarbas, pero debe de habérselos tragado dentro, muy dentro..., tal y como se empeña en hacer con tu polla.

Y, al final, te corres en su cara y, casulidades de la vida, le cae en el ojo. Y piensas "Ahí, ahí... que te escueza el ojo un poquito, a ver si así generas nuevos recuerdos..., al menos por un par de días".

13 de octubre de 2013

Se me escurre.



Al día siguiente la vi. Parecía una sombra chinesca que me saludaba desde la pared, estática, observándolo todo, pero no, era la huella de una mano..., de mi mano. La noche anterior me habían pringado de aceite el cuerpo, me habían hecho un masaje y, finalmente, el amor (si es que se le puede llamar así). Una mano carnal, animal que habría estrujado la pared de haber podido. Una mano embadurnada de aceite corporal y sexo justo encima de la almohada.

Inmediatamente le pasé una toalla húmeda para borrar todo aquello. Eché las sábanas a la lavadora para quitar el olor a aceite y sexo y me senté en el sofá como quien espera encender la tele y obtener una respuesta (aunque por mucho que ponga los canales de tarots nunca la obtendré, lo sé de sobra).

¿Por qué hago esto?, ¿qué pretendo?, ¿estar menos solo?, ¿que me suban el ego y, de paso, la polla? Todas esas preguntas se presentan delante de mí, en la mesa, en forma de aperitivo para poder picar un poco de ellas y atragantarme con el punto de una interrogación en forma de aceituna... Las rellenas de anchoa son las que más me inquietan. Si las masticas notas como de una pregunta puede salir otra pregunta de dentro que, quizá, nunca hayas pensado..., y eso asusta. Coño que si asusta.

El centrifugado corto termima  Pero esto no..., esto es un puto "to be continued" constante.

10 de octubre de 2013

Calzoncillos marca fracaso.



"¡F. N. te está esperando!". Y, claro, me sobresalto al leer eso en la bandeja de entrada de mi email, pero enseguida me doy cuenta de que es una notificación de un juego de música del facebook para que continúe la partida con mi ex.

Rompimos la semana pasada. De repente. Como si al quitarte las calzoncillos y, sin darte cuenta, notas que están dados de sí y se han quedado grandes..., que ya no encajan como debieran. Y, de sopetón, notas que están desteñidos y un poco rotos, y eres consciente de todo en una centésima de segundo. Pues así fue. Más o menos.

Hoy es su cumple. Le he felicitado de manera medio divertida y bonita a través de un mensaje, pero sólo he obtenido un "Muchas gracias!" solitario y nada aderezado... Y, bueno, creo que las gracias se las tenía que dar yo a él, pero por haberse comportado de esa manera que me ha hecho darme cuenta de que mis calzoncillos no me quedaban bien del todo, que me hacían rozadura dónde no debían, que, al fin y al cabo, sin calzoncillos uno se siente más libre y transpira mejor.

Y me gustaría hablar desde el dolor, pero de verdad que no me sale..., y creo que es la primera vez en mi vida. Sin embargo no es la primera en la que huelo el fracaso como si de unos calzoncillos sucios se tratase.

Apestan.

Todo apesta.

6 de octubre de 2013

Mano al verde, pie al rojo, polla a la boca.



"El acceso al cuarto de baño está restringido únicamente para los señores clientes", rezaba el cartel en la puerta de aquel bareto de mala muerte (pero muy educado, eso sí). Y pensé que era exactamente lo mismo que le pasa a mi corazón, que tiene acceso restringido, digamos, a los moradores, porque clientes suena como si fuera chapero, y no es así.

Algunas personas carecen de ese acceso restringido, siendo su corazón un felpudo pisoteado de tanto entrar y salir y dónde hay que frotarse bien los zapatos para dejar toda la mierda de las suelas, levantar el felpudo e, inmediatamente, echarlo todo por el ventrículo izquierdo.

El peligro de los moradores reside en lo invasivos que sean y en cuanto equipaje emocional traigan en sus espaldas. A veces no sabes si es mejor que vengan cargados o ligeritos cual nube... Los hombres caravana saben demasiado y siempre pueden escarbar en experincias pasadas para salirse con la suya y, bueno, qué decir los hombres triciclo, esos los que les tienes que enseñar a montar en bici de dos ruedas y soportar sus lloriqueos cuando se caen y se hacen un rasguño en la rodilla.

Me cago en la psicología masculina. Más complicada que el Twister, cojones.

5 de septiembre de 2013



Si quieres que te crezan los "ex" riégate la polla dos veces al día y deja pasar un poco de tiempo. Mano de santo.

Tengo una teoría sobre por qué los ex, después de un tiempo prudencial, terminan poniéndose de nuevo en contacto contigo. La mayoría de veces es porque rompen con alguien e, inmediatamente, necesitan:

1.- Saber de ti para ver si sigues disponible por si acaso todo lo pasado puede volver a resurgir cual ave fénix y curar rápidamente la herida de su reciente fracaso.
2.- Ver si les respondes adecuadamente y así poder sentirse buenas personas en vez de pensar "¿Qué he hecho mal en esta última relación?". Digamos que buscan sentirse en paz con los errores que cometieron en el pasado y, de esa manera, sentirse mejor por los errores cometidos en el presente (que seguro que son los mismos unos que otros). Algo así como que les des tu bendición o perdón para sentirse como la madre Teresa de Calcuta y no como los Osama Bin Laden del corazón que verdaderamente son.

Yo no sé qué opinaréis vosotros o la mismísima Carrie Bradshaw, pero mis ex repiten estos patrones en un tanto por ciento muy alto. Tanto que siempre que alguien en forma de pasado vuelve pienso "¿Qué hay de mal en su vida para que se haya molestado en buscarme?", y casi siempre hay algo de eso pululando en el ambiente.

Fumígate las pelotas después de cada comida y los satélites de tu pasado aparecerán como meteoritos caídos del cielo. Palabra de Toshiaki.

16 de agosto de 2013

Sismografía sentimental.



El pasado siempre vuelve..., frase algo manida y kármica en la que creo plenamente. Y es que, si mis teorías no fallan, el pasado es como una ecuación en la que sólo tienes que despejar la "x", que casi siempre suele ser el temido factor tiempo. No sabes cuándo, no sabes cómo, pero sabes que, tarde o temprano, volverá oliendo a naftalina.

El pasado causa terremotos que, afortunadamente, son de diferente magnitud. Va desde una pequeña sacudida al más absoluto derribo de tu mundo interior... Yo he sentido lo primero hace un ratito, nada significativo. Un dos o así en la escala de richter y que, mayormente, ha sido causado por esos recuerdos que parecen inertes pero que, de repente, se "autoinoculan" en tu torrente sanguíneo y corren rápido por todas las partes de tu cuerpo. Notas como suben veloces de tu estómago a la garganta, algo así como el gas de un refresco. Los puedes saborear, no es nada malo, pero lo importante es saber eructarlos para que no te dejen mal sabor de boca.

Eructa el pasado, cágalo si te es más fácil, pero siempre, siempre, haz hueco para el presente. Que no se nos olvide.

8 de julio de 2013

Bang, bang.



"Ojalá tu polla fuese una pistola y pudieras disparar dentro de mí"

Hacía mucho tiempo que no oía algo tan inspirador en una película... Yo habría añadido algo así como "Ojalá mi polla fuese una pistola y pudiera autofelarme hasta disparar dentro de mi boca". Sería una bonita forma de morir.

29 de junio de 2013

Conocidos invisibles.


Es curioso cuando vuelvo a mi ciudad natal a hacer la típica visita de rigor y noto como las cosas siguen sin cambiar demasiado. Si me fijo puedo hasta sentir el estatismo del asfalto cuando ando lentamente por las calles, las historias que dejé años atrás en la misma esquina siguen ahí, igual que las hieráticas huellas sobre los edificios que algún día soñaba que iba a escalar mientras miraba por la ventana.

Anoche salí a cenar con un amigo y, curiosamente, no paré de ver gente conocida que pertenecían ya a un pasado bastante lejano. Que si excompañeros de instituto metidos a empresarios de un restaurante dónde sirven hamburguesas con el pan de color azul o verde, que si un chaval del colectivo LGTB al que solía ir en mis años mozos y, por último, aquel chico raro al que siempre veía distraído en medio de la pista, como esperando a que alguien llegara para salvarlo... No deja de sorprenderme porque, si soy sincero, no soy una persona con unas redes sociales muy amplias, sino todo lo contrario... Conocidos que se cruzan delante de ti pero que, al fin y al cabo, son invisibles.


Lo peor es cuando llego a casa y me cruzo por el pasillo con mis padres y, de repente, como si de un bofetón se tratase, me viene esa sensación..., esa que va y me abraza por la espalda como una china con un chubasquero azul puesto, esa que se enrosca por la espina dorsal atenazándola fuerte y que se cuela bien dentro pisando el felpudo del tuétano y dejando caer en el suelo una tarjeta dorada que pone VIP. Esa devastadora sensación que me dice que ellos también son unos conocidos invisibles para mí...


18 de mayo de 2013

Vayamos por partes...


¿Sabéis lo que es la perfección? La perfección son los pies del único chico que va a mi clase de pilates. Y no, no os confundáis, aún no he llegado al punto de ver qué horarios tiene para coincidir con él a propósito. Esas cosa se las dejo a la casualidad y a que soy algo fetichista, no un acosador.

Los espejos de la clase me ayudan a disimular mientras le miro de reojo cuando se estira e, instantáneamente, imagino que roza con el pie en alguna zona de mi cuerpo. A veces pasa, sobre todo cuando hay mucha gente y poco espacio..., aunque de normal sólo me topo con piernas flácidas de marujas de pelo cardado, nunca con él.

Quizá el profesor debería añadir algún ejercicio nuevo a la tabla..., algo sencillo, práctico y efectivo, como, por ejemplo, que el chico en cuestión me hiciera una paja con los pies o puede que algún frotamiento rítimico porque, joder, eso tiene que ser bueno para tonificar las piernas y, claro, para mí también.

El resto de él es lo más normal del mundo; moreno, ojos marrones, cara ordinaria, cuerpo estándar, actitud invisible y andar insulso... Si fuera por mi, todo a la basura. Quedaría con las piernas arriba en el contenedor y yo iría y le cortaría los pies a la altura de los tobillos. Me los llevaría a casa y los metería en mis zapatillas de estar por casa para que no tuvieran frío.

Me dedicaría a coleccionar partes sueltas de diferentes sujetos. Tendría, por ejemplo, un torso peludo, torneado y de pezones grandes colgado en la percha de la ropa, una espalda generosa como tabla de planchar, unas piernas con un macetero en cada una de ellas, un culo respingón y más bien grande para poner los cedés, un ombligo bien redondito que sujetara el incienso sin caerse, unas manos fuertes y cuidadas para sujetar la ropa en el tendedero y, para terminar, una polla en la puerta del frigorífico para abrirla todas y cada una de las veces con la boca... Y, bueno, lo del cerebro y la cabeza sería para ponerlos en una urna cerrada con candado y rodeada de velas para poder rezar cada noche agradeciendo ese hallazgo tan inusual.

Ser un Frankenstein de la vida. Un soñador con sierra mecánica.


26 de marzo de 2013

Taponando pensamientos.



A veces me toca el lóbulo de la oreja para dormirse tal y como hacía con su madre cuando era pequeño. Yo, sin embargo, intento tocar los sueños con la punta de mis dedos para hacerlos encajar como si de un puzzle se tratase..., sin embargo, se escapan. Debe ser que mis dedos y los sueños son como imanes que se repelen. Mismos polos en una misma cama, luchando por ver quién se queda con la manta. La misma batalla de siempre.

Últimamente siempre me pongo tapones en los oídos para dormir bien, así me aíslo del resto del mundo y es como si no existiera, como si desapareciera por completo. De una manera instantánea el silencio se apodera de mí, los oídos se quedan a oscuras, sin embargo, sigo oyendo mi propia respiración, más fuerte que nunca. Siento perfectamente como el aire entra y sale de mis pulmones, es como si estuviera más cerca de mi todavía, conectado al 100%. No puedo oír otra cosa que no sea a mi mismo..., quizá por eso tengo pesadillas ultimamente, porque me respiro, me susurro, me cuento cosas por dentro que escucho perfectamente ya que tengo los tapones puestos y nada me impide perder la concentración en todo lo que pulula por ahí dentro. Ese amasijo de pensamientos que forman una placenta de la que me alimento todas las noches.

Cuando me quito los tapones me doy cuenta de que ahí está él, abrazándome. Es como si, de repente, conectara con todo lo que me rodea y me dejara llevar, deslizándome por el filo del sueño que aún me empuja para que caiga, de nuevo, en él...

Y no, no quiero caer..., tampoco quiero oír lo que los tapones me quieren decir. Estoy casi seguro que están hechos en china que, como todos sabemos, es una raza cruel.