6 de octubre de 2013

Mano al verde, pie al rojo, polla a la boca.



"El acceso al cuarto de baño está restringido únicamente para los señores clientes", rezaba el cartel en la puerta de aquel bareto de mala muerte (pero muy educado, eso sí). Y pensé que era exactamente lo mismo que le pasa a mi corazón, que tiene acceso restringido, digamos, a los moradores, porque clientes suena como si fuera chapero, y no es así.

Algunas personas carecen de ese acceso restringido, siendo su corazón un felpudo pisoteado de tanto entrar y salir y dónde hay que frotarse bien los zapatos para dejar toda la mierda de las suelas, levantar el felpudo e, inmediatamente, echarlo todo por el ventrículo izquierdo.

El peligro de los moradores reside en lo invasivos que sean y en cuanto equipaje emocional traigan en sus espaldas. A veces no sabes si es mejor que vengan cargados o ligeritos cual nube... Los hombres caravana saben demasiado y siempre pueden escarbar en experincias pasadas para salirse con la suya y, bueno, qué decir los hombres triciclo, esos los que les tienes que enseñar a montar en bici de dos ruedas y soportar sus lloriqueos cuando se caen y se hacen un rasguño en la rodilla.

Me cago en la psicología masculina. Más complicada que el Twister, cojones.

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