13 de octubre de 2013

Se me escurre.



Al día siguiente la vi. Parecía una sombra chinesca que me saludaba desde la pared, estática, observándolo todo, pero no, era la huella de una mano..., de mi mano. La noche anterior me habían pringado de aceite el cuerpo, me habían hecho un masaje y, finalmente, el amor (si es que se le puede llamar así). Una mano carnal, animal que habría estrujado la pared de haber podido. Una mano embadurnada de aceite corporal y sexo justo encima de la almohada.

Inmediatamente le pasé una toalla húmeda para borrar todo aquello. Eché las sábanas a la lavadora para quitar el olor a aceite y sexo y me senté en el sofá como quien espera encender la tele y obtener una respuesta (aunque por mucho que ponga los canales de tarots nunca la obtendré, lo sé de sobra).

¿Por qué hago esto?, ¿qué pretendo?, ¿estar menos solo?, ¿que me suban el ego y, de paso, la polla? Todas esas preguntas se presentan delante de mí, en la mesa, en forma de aperitivo para poder picar un poco de ellas y atragantarme con el punto de una interrogación en forma de aceituna... Las rellenas de anchoa son las que más me inquietan. Si las masticas notas como de una pregunta puede salir otra pregunta de dentro que, quizá, nunca hayas pensado..., y eso asusta. Coño que si asusta.

El centrifugado corto termima  Pero esto no..., esto es un puto "to be continued" constante.

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