7 de agosto de 2012

Granizado de semen.



Mi gato me mira mientras me depilo las pelotas. Me observa extrañado porque él sólo se las lava cuando le hace falta y no sabe por qué me acerco una máquina que hace un ruído infernal a semejante parte.

Él no entiende que hay que rasurar los fracasos de vez en cuando, que crecen muy rápido, que se van haciendo visibles y son antiestéticos. Él  no comprende que encontrar a alguien con un punto de vista diferente de las relaciones es duro, pero lo es más todavía cuando también tiene uno diferente de las rupturas. Satélites diferentes de formas de ver las cosas que orbitan en galaxias muy lejanas...

Tampoco entiende qué hace por casa un chino con un tatuaje de "Genio y figura hasta la sepultura" en el brazo mirándole con sus ojos de media avellana mientras mueve su enjuto culo hacia mi cama para que le de algo más que las buenas noches.

Al igual que no sabe por qué pulula ese chico amante de los conejos con chaleco bermellón y calcetines beige de punto moviendo su pelo estudiado y ondulado diciendo que le duele la espalda por coger una lámpara de pie de la calle. Necesita un masaje, dice..., pero lo que yo creo es que necesita una zanahoria para calmar su hambre de conejo. Y, efectivamente, no me equivoco.

En medio de este caluroso y lento verano sólo mi cama se convierte en un oásis. Sin embargo, todo, absolutamente todo, se va transformando en espejismo.