20 de febrero de 2010

La decepción.



Una vez más la decepción me envuelve con papel transparente por todo el cuerpo y me mete de una pieza en el congelador de casa, junto al arroz tres delicias... Oigo como los guisantes cuchichean entre ellos sobre mí y le dan codazos a los granos de arroz mientras intentan disimular. Los escucho perfectamente.

¿Nunca habéis tenido la sensación esa de que os la íbais a pegar pero, aún así, habéis seguido hacia adelante? Yo sí, y la profecía se ha cumplido.

Desde el primer momento supe que nunca llegaría a nada con él porque seguía enganchado (de alguna extraña manera) a su ex, aunque uno siempre piensa que no es bueno prejuzgar a nadie nada más conocerlo. Así que el otro día, y después de dos meses, lo pillé por banda, se lo pregunté y me lo corroboró. Así era, no podía quitárselo de la cabeza, aún sabiendo que no volvería con él porque es un "veleta". Me dijo que no podía implicarse conmigo más de lo que se estaba implicando (que, todo sea dicho, era bastante) y que a partir de ahora la decisión era mía, así que le miré a la cara y le dije "Me retiro..., yo me retiro a mis aposentos." Y así hice tras un breve discurso sobre lo claras que tenía las cosas, cogí mis cosas y me retiré con la cabeza bien alta ante su cara de sorpresa. "¿Amigos?", me dijo... "Soy demasiado radical a veces", le contesté. "Es bueno saberlo... Encantado de conocerte", fue su última frase mientras me daba un abrazo que no me apetecía recibir.

Curiosamente me eché a la mochila un libro que me dejó semanas atrás para devolvérselo esa misma tarde porque sabía perfectamente lo que iba a pasar. Y así pasó.

La decepción te estira la cara y te engarrota los dedos para que no puedas señalar el camino a seguir. La decepción le da al pause de los latidos de tu corazón y lo mantiene así unos cuantos días hasta que la catársis viene e insufla, de nuevo, aire purificado en tus ventrículos. La decepción es la vecina del quinto que de vez en cuando llama a tu puerta para pedirte sal e, inmediatamente, te la tira a los ojos... Esa es. La decepción.