25 de febrero de 2009

Esnifando transparencia.


No me apetece aspirar el humo turbio que alguna gente tiene insertado por dentro y que le sale escandalosamente por la nariz sin que ellos se den cuenta. No quiero llegar a casa y echar peste..., una peste que no es mía.

No quiero fumarme a nadie, ni manchar mis pulmones y tener que toser sonoramente para expulsar la mierda sobrante que esa persona ha dejado dentro de mí en forma de escupitajo... En todo caso quiero esnifar a una persona transparente, que brille, que no sea nociva para mi interior, que me aporte oxígeno puro, que me insufle vida por la boca. Aspirar a alguien lentamente por la nariz y que su transparencia y la mía entrelacen las manos y hagan sombras chinescas sobre la montaña rocosa de mi ventrículo izquierdo. Poder hacer un picnic con comida transparente y, así, calmar mi hambruna de vivir, crear música hipnotizante mientras rozamos nuestras pestañas como si de un violín se tratase, recorrer nuetras espaldas transparentes en busca de alguna grieta y colarnos por dentro, muy dentro..., más adentro todavía.


23 de febrero de 2009

Lagartoman.


Tiene cojones que después de tantos meses el primer tío desnudo que vea sea un hombre-lagarto...

El caso es que el otro día fuimos a ver una performance al Instituto Francés sin tener ni idea de lo que nos íbamos a encontrar, que todos sabemos que el factor sorpresa es importante en este tipo de cosas.

Se trataba de un chico francés de unos treinta, delgado, con una pantalla blanca a su espalda y que nos dijo tímidamente que iba a representar algo de un lagarto... Acto seguido empezó a balbucear palabras ininteligibles mientras movía la lengua de arriba a abajo y se sacaba dos serpientes de madera de las mangas del jersey. Como una especie de trance de alguien que comía polvorones a dos manos.

Fue entonces cuando pensé que eso podía ser arte o bien podía ser perfectamente una broma de cámara oculta de la primera cadena. El caso es que todo el mundo lo miraba muy serio, excepto mi amiga, que miraba al suelo para no reirse. Y yo..., yo no daba crédito.

Entonces llegó el momento de quitarse la ropa y las vendas que llevaba debajo como si estuviera mudando de piel. Llegó el momento, también, de quedarse en pelotas y empezar a sacar la lengua y moverla de arriba a abajo cual lagarto. Finalmente llegó el momento de no saber si mirarle la lengua, la polla o el suelo.

Poco después empezaron las proyecciones mientras el chico daba saltitos de un lado a otros como si fuera un lagarto subiendo por un árbol. De pronto se paró y el dibujo de una serpiente emergió de abajo y se le metió por el culo y le salió por la boca. Así se apareó. Luego hizo el pino y unos pequeños lagartitos se posaron por todo su cuerpo. Así es como tuvo crías. Al final se metió en una bolsa de basura, aspiró todo el aire, se le pegó totalmente a la piel y así es como murió en su crisálida.

Todo con mucho significado, muy moderno, muy transgresor, muy creativo, todo muy "cultureta", muy sugerente, pero tenerla la tenía pequeña.


14 de febrero de 2009

Para ti, claro que sí.


Ven y obséquiame con una máscara italiana de diseño que te haga parecer lo que realmente no eres... Sí, ya sabes, una de esas que deforman la cara y tienen la nariz grande y la boca abierta. Los ojos los pones tú, esos ojos que me cuentan cosas diferentes a lo que veo salir por tu garganta. Esos mismos.

Regálame la inconexión entre lo que dices y haces y ponle un razo rojo. La acogeré con poca sorpresa porque me estoy acosumbrado a ella, pero me haré el sorprendido, lo juro.

Mete en una caja la inseguridad por tu físico, la poca claridad en cuanto a si me quieres follar o conocer, tu poco interés por mi día a día, tu cerebro amueblado en Ikea (¿dónde están los cerebros con muebles de pino y roble?), tu mundo interior de cartón piedra, tu falsa madurez rellena de botox, los puntos que gano o pierdo dependiendo de lo que diga o deje de decir y métetelo todo, absolutamente todo, por el agujero del culo. Ese es mi regalo.

Como diría McNamara..., feliz día de San Ballantine.