23 de abril de 2012

El kéfir de mi secreto.

Hay cosas que me cuestan trabajo contarlas hasta por aquí, así que mejor las dejo dentro de mí y que vayan creciendo como un kéfir dentro de un vaso de leche. Ese hongo interno de los secretos que va nutriéndose de ellos mismos y que te bebes todas las noches cuando te vas a dormir. Chupitos de autoengaño endulzados para no tener pesadillas.

Contarlo todo, desnudarte y echar para atrás el prepucio. Creo que todavía no. Me la guardo de nuevo.





1 de abril de 2012

Domingos de acero.

A veces se me estiran tanto las vértebras que suenan como botones al abrirse. Estaría bien eso de poder quitarse el esqueleto y dejarlo en la percha o en el tendedero para que se aireara un rato. Así el peso sería menor. Así ya tendría decoración para Halloween.

También molaría tener un mecanismo como el de los teléfonos móviles para poder apretar levemente encima de la cabeza y desbloquearse por completo. Tal que así.


Desbloqueado ya me pregunto si las cosas que nos rodean son como los chicles del mercadona, que a las dos mordidas se les va el sabor. ¿Y cómo hacemos para que el sabor dure? Yo me pierdo buscando edulcorantes, sacarinas, sucralosas y demás mierdas para que todo sepa a algo más que a ese aire que se te escapa entre los dientes.

Me gustaría escribir cosas de color rosa mientras pestañeo rayos de sol, pero sólo me sale mierda de la boca y realidades grises con forma de pelusa del ombligo.

Los domingos de acero hacen un pulso conmigo y siempre terminan ganando.