Mi gato me mira mientras me depilo las pelotas. Me observa extrañado porque él sólo se las lava cuando le hace falta y no sabe por qué me acerco una máquina que hace un ruído infernal a semejante parte.
Él
no entiende que hay que rasurar los fracasos de vez en cuando, que
crecen muy rápido, que se van haciendo visibles y son antiestéticos. Él
no comprende que encontrar a alguien con un punto de vista diferente de
las relaciones es duro, pero lo es más todavía cuando también tiene uno
diferente de las rupturas. Satélites diferentes de formas de ver las
cosas que orbitan en galaxias muy lejanas...
Tampoco
entiende qué hace por casa un chino con un tatuaje de "Genio y figura
hasta la sepultura" en el brazo mirándole con sus ojos de media avellana
mientras mueve su enjuto culo hacia mi cama para que le de algo más que
las buenas noches.
Al igual que no sabe por qué pulula
ese chico amante de los conejos con chaleco bermellón y calcetines beige
de punto moviendo su pelo estudiado y ondulado diciendo que le duele la
espalda por coger una lámpara de pie de la calle. Necesita un masaje,
dice..., pero lo que yo creo es que necesita una zanahoria para calmar
su hambre de conejo. Y, efectivamente, no me equivoco.
En medio de este caluroso y lento verano sólo mi cama se
convierte en un oásis. Sin embargo, todo, absolutamente todo, se va transformando en espejismo.
2 comentarios:
Se echan de menos tus momentos-poemas.
Seguro que no soy el único.
Saludos
No eres el único, no.
Escribe Toshiaki. No dejes de hacerlo.
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