27 de octubre de 2013

Salpicando recuerdos en tu cara.



Que un ex te diga (después de estar casi dos años sin verte) que no recuerda si conociste a su perro o si fuiste con él a la casa de la playa hace que, por un lado, te joda por dentro y que, mayormente, sientas una profunda pena por el efecto que los porros (que ahora consume de manera más habitual que antes) le están haciendo a la cabeza. La gente no sé da cuenta que, con el paso del tiempo, lo único que perdura y permanece son los recuerdos y que si te empeñas en cargártelos te vas quedando vacío por dentro, como un caparazón sin tortuga. Hay gente que, voluntariamente, los manda a la papelera de reciclaje y otra que, como en este caso, los destruye a base de consumir mierda de manera habitual... Para mí es lo mismo. Si te cargas tu pasado tachas, también, una parte de ti y te conviertes en una quiniela con patas. Al final pierdes el partido porque dejas de saber quien has sido y, por asociación (y lo que es más importante), quien eres.

Y entonces le pones a cuatro patas para buscar dónde se esconden sus recuerdos, pero, precisamenten, ahí no están. Le abres la boca y escarbas, pero debe de habérselos tragado dentro, muy dentro..., tal y como se empeña en hacer con tu polla.

Y, al final, te corres en su cara y, casulidades de la vida, le cae en el ojo. Y piensas "Ahí, ahí... que te escueza el ojo un poquito, a ver si así generas nuevos recuerdos..., al menos por un par de días".

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