
Mi hermano me ha lanzado esta tarde varias preguntas como si de un frisbee se tratase. Nunca lo hace..., de hecho nunca lo hacemos. En mi familia los signos de interrogación sobran, son como las espinas de un pescado, se te pueden clavar en cualquier momento en la garganta, así que decidimos que es mejor apartarlas mientras seguimos mirando el plato con cara de idiota.
No he tenido más remedio que recoger ese frisbee con cierta tensión en la espalda y, rápidamente, lo he vuelto a lanzar sin dar muchos detalles, aunque contarle que estoy con un chino creo que es suficiente, ¿no?
Me parece curioso como puedo contar mi vida por fascículos en un blog y no contársela a mi propio hermano. Somos espinas de un mismo rosal. Hacemos sangre a todo aquel que se nos acerca demasiado porque eso nos ha enseñado Papá rosa y Mamá rosal. Somos víctimas de esa plaga llamada "incomunicación" y que, muchas veces, observamos cómo va subiendo por nuestro tallo royendo hasta llegar al interior, sin poder hacer demasiado.