14 de junio de 2014

Con las canas y las ganas repartidas.



Noto el paso de los años en las canas que me salen en la barba y en los huevos. Las miro y pienso que representan los fracasos, los sueños derruidos, las suelas desgastadas de dar pasos en falso, las espinas de este cáctus desértico llamado vida. Son una especie de ábaco dónde puedes contar las veces que juraste no hacerlo más y, al final, volviste a hacerlo. 

De nada sirve arrancarlas porque de lo que no somos conscientes es que también tenemos canas en el corazón y, efectivamente, esas no son de las que se afeitan..., esas se sobrellevan y hacen de nuestra superficie cardiaca una especie de jardín del dolor dónde, en cualquier momento, te puedes pinchar. 

Últimamente me sorprendo tocándome la barba a cada momento, como si quisiera acariciar los escombros de mis castillos derrumbados y barrerlos hacia mi barbilla para que caigan al suelo y se queden por el camino, cosa que no sé muy bien si consigo.

Ah, y las que me pueblan los huevos son otra historia que, quizá, cuente algún día.

5 de junio de 2014

El ojo de la aguja.



Ahora todo ha desaparecido. De un día para otro el presente se ha transformado en un recuerdo deshidratado y concentrado muy parecido a esas pastillas de caldo que echas en el agua, pones a fuego lento y notas cómo se van difuminando hasta dejar un característico sabor artificial a fracaso al que, por otra parte, tan acostumbrado estoy.

Hay cosas no dichas que se me han quedado dentro creando el mismo efecto que si me hubiera comido un kebab..., pesan, se retuercen y pugnan por salir..., pero no es el momento porque no ha habido ningún "¿Por qué?" por su parte. La interrogación ha sido engullida por el orgullo y los puntos han sido usados como tapones para los oídos para no oír nada..., ni siquiera la conciencia.

Y vuelvo a estar como al principio, en el filo de la cremallera, dudando entre bajarla, sacarme la polla y disparar a todo el mundo como si de una metralleta se tratase o, simplemente, meterla en alguna boca que sepa encadenar más de dos frases seguidas y que tengan sentido. Lo mismo, de esa manera, consigo darme sentido a mí mismo. O no.