12 de agosto de 2010

Un robot en la canícula.


Me interesa quedarme callado en el medio de la nada para escuchar lo que me dices y analizar palabra por palabra. Sí, soy así, un robot del análisis cuyos engranajes se abren para que no se escape nada y pueda procesarlo todo hasta cagar, con mi culo de hojalata, una buena conclusión a la que atenerme.

Me interesa estudiar tus circuitos mentales hasta conocer todas y cada una de las interconexiones que pululan por tu interior como intestinos retorcidos. Me convierto en cirujano-robot. Uso el escalpelo de mi mirada para hacer una incisión en tus pupilas, indolora, inapreciable, pero lo suficiente para introducirme y escarbar.

Me interesa bajarte los pantalones y mirar por el agujero de tu uretra. Ver lo que hay para, en un momento determinado, poder bañarme en tu semen y convertirme en un robot-nadador. Competir con tus espermas para ver quién es el más fuerte. Ponerte a prueba..., probarte entero.

Me interesas, pero no sé hasta que punto me convienes. Ahí está la cosa.

2 comentarios:

Pi dijo...

Ahí está la cosa.

Anónimo dijo...

¡Qué difícil es nadar entre dos aguas!
O te dejas llevar por la corriente o te pones a nadar en busca de la orilla.
Mientras, dejate acunar por las olas y disfruta.