3 de noviembre de 2014

Anatomía de las soledades.



Me dijo que tenía el cuello anatómicamente perfecto mientras deslizaba su dedo por mi vena aorta y la diseccionaba con la misma precisión que un cirujano suele hacer con un paciente que sufre de aneurisma. Fue algo así como si me abriera en canal con el escalpelo de su mirada, de arriba a abajo, de abajo a arriba, tocándome con sus manos y reconociendo huesos y músculos cuyos nombres ni recuerdo..., el caso es que me fue descubriendo poco a poco mientras yo, mirando hacia arriba para mantener el cuello recto, sólo alcanzaba a ponerme tan duro que podría haberme quitado el pantalón sin nisiquiera tocarlo.

Me dijo que tenía miedo a estar solo y que era adicto al placer y, obviamente, pensé que para eso estaba yo allí... Me paré un segundo a reflexionar si yo tenía miedo a estar solo o si era una especie de adicto al placer, pero no llegué a ninguna conclusión, sólo sé que acabé fumando marihuana y viendo como él esnifaba popper en la cama mientras me ponía un condón y me preparaba para penetrarle.

Y no sé si las soledades se pueden tocar, pero las nuestras lo hicieron en forma de fricción rítmica  y pegajosa. Dos soledades asalvajadas, la mía haciendo tope dentro de la suya, intentando amansarse a golpe de embestida, con las manos entrelazadas y apretando tanto que hasta se escuchaban huesos crujir..., ¿o era la cama?

Por que ,¿qué somos sino personas que nos juntamos por el simple hecho de compartir soledades y fluidos?

1 comentario:

D.I. dijo...

Joder, sencillamente... me encantas.

¿Has visto la película Martin H, cuando Eusebio Poncela dice "¡Hay que follarse a las mentes!"
Pues eso me ocurre cuando te leo, que me entran ganas de revolcarme con tu mente y echarle un buen polvo.