27 de enero de 2008

Vida y colores.


Cada vez que veo a una señora con la permanente recién hecha y recién cardada (de esas que parecen un casco a prueba de tsunamis) me dan ganas de cagarme en su cabeza. Algo así como cuando un águila pone los huevos en su nido..., pues yo igual. Agacharme mientras flexiono las rodillas, apretar fuerte mientras le va cayendo en todo lo alto y, finalmente, que se quede ahí como polluelos recién nacidos pero sin el característico "pío pío". Estaría bien.

Hoy mi madre me ha lloriqueado porque mi hermano casi nunca se acuerda de ellos y casi no llama para preguntar cómo se encuentra mi padre. Me ha llegado a decir que hasta piensa que toma drogas..., pero no veo yo a mi hermano drogándose. Simplemente es un mal hijo y punto.

Casi tan mal hijo como yo, que he sido incapaz de levantarme y darle un abrazo a mi madre. Al menos no le doy disgustos. El que sea maricón ya lo tiene superado. Un día me llegó a decir que prefería que fuese así a no como mi hermano, de mujer en mujer y sin sentar la cabeza pese a sus cuarenta y pico años.

No soy un mal hijo, simplemente soy incapaz de enfrentarme con situaciones de alto contenido emocional como puede ser esa. Nunca me han enseñado. No sé cómo se hace.

Así voy de culo en la vida. Eso sí que lo sé.


1 comentario:

María de Herem dijo...

Si algún día quieres dejar que tu niño interior hable conmigo... yo encantada .~)