-Escúpeme en la boca -me dijo jadeando.
Y yo le escupí con los ojos muy abiertos intentando comprender el placer que podía obtener con aquello. Y aún sigo sin entenderlo.
El holocausto de soledad de nuestros cuerpos se retorcían en una pequeña cama de 90 rodeada de ropa sucia, unas esposas, condones, algún que otro cómic, lubricante y un aparatito negro que vibraba por la zona del perineo.
-¿Quieres popper? -me preguntó ávido de semen.
-No -le contesté mientras me intentaba concentrar para darle lo que él ansiaba.
Un rato después mi espina dorsal volvía a gritar al estirarse encima de él... Me di cuenta que los pinchos de mi caparazón se habían caído poco a poco, que tenía la espalda libre, con movilidad, incluso se oían los gemidos de mis vértebras al retorcerse de placer, me había dejado llevar desde aquella conversación de cinco horas con bastante sentido del humor en un bareto del centro hasta el colchón de la cama de su habitación. Algo nuevo para mí...
-Estás buenísimo -me dijo, como si a esas alturas me tuviera que convencer de algo o, más bien, como si quisiera un "piropo" a cambio.
Todo acabó (bastante satisfactoriamente, por cierto) con olor a cleanex de lavanda por nuestros cuerpos y respiraciones entrecortadas... Respiraciones que dejaron paso a los mimos, las caricas, los abrazos, los besos cortos, los aplausos del público de nuestro orgullo masculino y las observaciones tipo "estás invitado a casa para cuando quieras", lo cual se agradece, la verdad.
Y hoy noto como mis pinchos crecen de nuevo. Pinchos de erizo en mi espalda. Pinchos para que nadie se acerque porque debo asumir que no sé simplificar las cosas y que las distracciones son meras distracciones, no sustitutivos de nada. Pinchos por fuera para que nadie me toque por dentro, como han vuelto a hacer de una manera mucho más superflua, pero lo han hecho... Porque todo es simple, no hay ni va a haber nada más, lo tengo claro, pero la máquina del pensamiento se pone en marcha, y yo, personalmente, no la controlo demasiado bien. Me juega malas pasadas.
Y sí, lo veo claro, un erizo que, de todas todas, volverá a quitarse su coraza y la dejará a los pies de la cama, junto a los boxer manchados de líquido preseminal y los sueños de algo mejor enroscados a los calcetines sucios.
Y yo le escupí con los ojos muy abiertos intentando comprender el placer que podía obtener con aquello. Y aún sigo sin entenderlo.
El holocausto de soledad de nuestros cuerpos se retorcían en una pequeña cama de 90 rodeada de ropa sucia, unas esposas, condones, algún que otro cómic, lubricante y un aparatito negro que vibraba por la zona del perineo.
-¿Quieres popper? -me preguntó ávido de semen.
-No -le contesté mientras me intentaba concentrar para darle lo que él ansiaba.
Un rato después mi espina dorsal volvía a gritar al estirarse encima de él... Me di cuenta que los pinchos de mi caparazón se habían caído poco a poco, que tenía la espalda libre, con movilidad, incluso se oían los gemidos de mis vértebras al retorcerse de placer, me había dejado llevar desde aquella conversación de cinco horas con bastante sentido del humor en un bareto del centro hasta el colchón de la cama de su habitación. Algo nuevo para mí...
-Estás buenísimo -me dijo, como si a esas alturas me tuviera que convencer de algo o, más bien, como si quisiera un "piropo" a cambio.
Todo acabó (bastante satisfactoriamente, por cierto) con olor a cleanex de lavanda por nuestros cuerpos y respiraciones entrecortadas... Respiraciones que dejaron paso a los mimos, las caricas, los abrazos, los besos cortos, los aplausos del público de nuestro orgullo masculino y las observaciones tipo "estás invitado a casa para cuando quieras", lo cual se agradece, la verdad.
Y hoy noto como mis pinchos crecen de nuevo. Pinchos de erizo en mi espalda. Pinchos para que nadie se acerque porque debo asumir que no sé simplificar las cosas y que las distracciones son meras distracciones, no sustitutivos de nada. Pinchos por fuera para que nadie me toque por dentro, como han vuelto a hacer de una manera mucho más superflua, pero lo han hecho... Porque todo es simple, no hay ni va a haber nada más, lo tengo claro, pero la máquina del pensamiento se pone en marcha, y yo, personalmente, no la controlo demasiado bien. Me juega malas pasadas.
Y sí, lo veo claro, un erizo que, de todas todas, volverá a quitarse su coraza y la dejará a los pies de la cama, junto a los boxer manchados de líquido preseminal y los sueños de algo mejor enroscados a los calcetines sucios.
3 comentarios:
yo tampoco se simplificarlas....que vamos a hacer Toshi???
un beso desde mis pinchos a los tuyos para que se entretengan echando carreras ;-)
Pues eso es grave, Música! Quizá grave no es la palabra, pero sí disfuncional... No estamos en el carro de lo fácil, niña. Y lo sabemos.
Hacemos guerra de pinchos y de besos? Venga, va!!! jajaja
Muchos besotes!
y Tarantino cuando vea tanta sangre tras los pinchos nos ficha fijo!
claro que lo se...¿q es lo fácil, q es q es??' jajaja
muaka!
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