23 de octubre de 2011

¿Ducha o baño?


Resulta que los dos tendemos a la melancolía... Yo, concretamente, a esa melancolía etérea que te roza la piel y te la pone de gallina, pero que se va como viene, algo así como una especie de soplido en medio de una noche de verano.

Es parecida a una ducha de gotas finas que dejas correr por tu cuerpo y que, finalmente, se acaban secando por si solas, algo momentáneo, que incluso disfrutas y que luego se va por el sumidero de la ducha. Sin embargo me da la sensación de que él tiende a los baños melancólicos, a sumergirse un poquito más, durante un rato largo, y a hacer malabares para que no le sobrepase el cuello y, así, ahogarse. Es más peligroso, pero también es verdad que es una suposición mía.

¿Y qué pasa cuando saliese del baño melancólico?... ¿Me dejaría secarle con la toalla de las certezas?, ¿podría arroparle para que nunca tuviera miedo de lo que le susurra la melancolía?, ¿estaría dispuesto a acercarse a mí y dejarse secar por mis manos ávidas de darle todo lo que tengo para que nunca más tenga que aferrarse a sus recuerdos?

Tengo miedo.

Tengo miedo de ahogarme, pero no en la melancolía, sino en el fracaso... De nuevo.

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