14 de junio de 2014

Con las canas y las ganas repartidas.



Noto el paso de los años en las canas que me salen en la barba y en los huevos. Las miro y pienso que representan los fracasos, los sueños derruidos, las suelas desgastadas de dar pasos en falso, las espinas de este cáctus desértico llamado vida. Son una especie de ábaco dónde puedes contar las veces que juraste no hacerlo más y, al final, volviste a hacerlo. 

De nada sirve arrancarlas porque de lo que no somos conscientes es que también tenemos canas en el corazón y, efectivamente, esas no son de las que se afeitan..., esas se sobrellevan y hacen de nuestra superficie cardiaca una especie de jardín del dolor dónde, en cualquier momento, te puedes pinchar. 

Últimamente me sorprendo tocándome la barba a cada momento, como si quisiera acariciar los escombros de mis castillos derrumbados y barrerlos hacia mi barbilla para que caigan al suelo y se queden por el camino, cosa que no sé muy bien si consigo.

Ah, y las que me pueblan los huevos son otra historia que, quizá, cuente algún día.

2 comentarios:

Oskar dijo...

con o sin canas, muy guapete...

D.I. dijo...

Qué crudo eres a veces, Toshiaki.
Pero siempre sabroso.

Como el sushi.