12 de abril de 2015

Oui, a trois.



Que te coman la polla dos bocas es idéntico a que te la coma una, lo pude comprobar el otro día. Las humedades no tienen cantidad, sólo calidad y, a veces, ni eso.

Tanto J. como yo fuimos el cebo. Un cebo mútuo para devorarnos mientras las rémora de C. aprovechaba su momento para lanzarse sobre nosotros y alimentar su carencia de afecto y de autoestima a golpe de falo. Tanto J. como yo empujábamos hacia abajo, por su garganta, para que no se le escapara el alma y él, incapaz de empalmarse o de recibir nuestros regalos por la parte de atrás, se dedicaba a usar la boca como única parte servible de su cuerpo. Castrado emocional y castrado sexual, pero lo suficientemente listo como para reunirnos en la cama de mi casa jugando con nuestros morbos como si de malabrares se tratase.

Me di cuenta que C. me sobraba, pero no lo manifesté en ningún momento. Seguí separando piernas, desenroscando brazos, mentiéndome en bocas, investigando cavernas, pero todo era tan básico que ninguno de los dos se había desnudado del todo. Dos instintos dándose topazos con los calcetines puestos.

Una vez acabado todo me sorprendí entre unos tentáculos de terciopelo que querían caricias, arrumacos, abrazos y una serie de cosas que no estaba dispuesto a dar a un semi-desconocido y, menos aún, a un desconocido. No me importó que J. se bebiera mi leche, pero no quería la yema de sus dedos recorriendo mi brazo, eso era demasiada intimidad, así que al rato me levanté y me fui dejándolos solos.

El sexo a tres me supo agridulce. No por el sexo en sí, sino porque no concibo dar cariño a gente que casi no conozco. Ese afecto me lo reservo, lo voy acumulando dentro de mí para tiempos mejores. Quizá caduque, quizá se pudra, pero hasta los poros de mi piel se cierran para que no salga con quien no tiene que salir. No sé si hago bien o hago mal, simplemente hago y creo que me debería estar quitecito.

No hay comentarios: