19 de mayo de 2011

Media galleta y sabor a pipí.


Hay veces que se me queda un regustillo raro gracias a las cosas que me rodean y pasan. Es una sensación que quieres que se vaya pero que tampoco te importa que esté ahí. Como cuando te comes una polla y sabe a pipí. Pues igual... No sé, algo raro.

Estos días ando pensando que soy adicto a las sensaciónes más que a las personas y eso es peligroso, muy peligroso. Todas las adicciones lo son, incluído el fumar, que hasta tengo tentaciones de empezar a hacerlo, pero no pienso ni convertirme en adicto a la nicotina ni a las sensaciones. ¡Por la gloria de mi madre!

¿No os apetece a veces arrancaros las pelotas y el corazón de cuajo? No sé cual de los dos primero ni en qué orden, pero una vez extirpados de nuestro cuerpo no podríamos tener ni deseos sentimentales ni sexuales. Toda una gozada, al menos para mí, que quisiera narcotizarme para no sentir nada de eso que hace que me complique la vida.

Propongo un master desde aquí, pero no uno de prevención de riesgos laborales, sino de prevención de riesgos sentimentales. Y me forro. Fijo que sí.

Ah, el otro día abrí unas natillas para comérmelas y sólo había medía galleta "María" dentro. La miré con decepción y caí en la cuenta de que podría ser un gran resumen de la vida. Perfectamente podría serlo.

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