5 de noviembre de 2011

De soplidos y zapatos.


Te soplo.

Te soplo y recibes mi aire sin ni siquiera escuchar lo que realmente te quiere/o decir.

No es un huracán de esos que te despeinan y te hacen achinar los ojos mientas pones cara de molestia. Es algo leve, casi susurrante. Una caricia de aire que proviene de mi interior y que se queda en tu exterior, escudo infranqueable repleto de soldados en posición de defensa.

Y me doy cuenta que mis pulmones son inteligentes, así que dejaré de soplar..., que el aire lo necesito yo para respirar profundo y mirar al cielo con cara de circunstancia.

Y me pregunto, ¿por qué cuando metes el pie en una zapatilla sabes si te está bien y cuando conoces a una persona por mucho que intentes meterte en su interior no lo consigues del todo? Con los miles de números que hay por ahí fuera y siempre te queda ancho, te aprieta o, simplemente, no pega con el resto de ti...

Zapatero a tus zapatos... Toshiaki, a por la bombona de oxígeno.

Click.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Hola Toshi,
Uno no puede meterse en el interior, si ese otro no quiere abrirse. No fuerces las rendijas, porque entonces no se lubrican, si no que sangran. Ojalá todo fuera tan fácil como meter el pie en una zapatilla....
todavía te leo en mi silencio, porque no me olvido de todas esas bonitas letras compartidas. Un abrazo muy muy fuerte, de corazón.
38 Grados

Toshiaki dijo...

Muchas gracias, 38 grados. En ocasiones me he acordado de ti, que lo sepas :)
No voy a forzar nada de nada. Tú me lees en silencio, y yo permanezco en silencio para no forzar nada.
Otro abrazo para ti. Todavía tengo pendiente visita a Barna! Me gustaría algún día dártelo de verdad.

:)